La robotización y la automatización en los almacenes españoles ha planteado nuevas perspectivas sobre el futuro del trabajo. El foco ahora está no solo en la productividad, sino también en la seguridad y la convivencia de los empleados con las máquinas.
Cada revolución industrial ha creado cambios profundos a nivel social y laboral: se han destruido puestos trabajos y se han creado otros. Con la llamada revolución 4.0, lo que antes parecía impensable, como que los empleados estuvieran trabajando codo a codo con robots, se ha vuelto habitual. La robotización y la automatización en las fábricas y almacenes españoles ya es un hecho, con todas las oportunidades y desafíos que esto genera a nivel empresarial.
Por un lado, los robots contribuyen al aumento de la productividad, la eficiencia y la seguridad, especialmente en trabajos peligrosos y repetitivos, que son los más factibles de ser automatizados. Pero, por otro lado, muchas personas temen ser reemplazadas por una máquina y perder su empleo, un miedo que, por ahora, no parece fundamentado. Si bien es cierto que, en 2020, el Foro Económico Mundial advirtió que, para 2025, unos 85 millones de puestos de trabajo podrían ser reemplazados por herramientas tecnológicas de última generación, también resaltó que, debido a esa nueva relación entre trabajador y robots, podrían surgir 97 millones de puestos nuevos. Es decir: la robotización dejaría, según el Foro Económico Mundial, un balance positivo en cuanto a la creación de puestos de trabajo.
Y, aunque aún no lo tengamos claro, todo apunta a que los nuevos trabajos generados por la revolución 4.0 estarían precisamente relacionados con la supervisión y el manejo de las máquinas, además de, obviamente, con su diseño e implementación.
Este es el caso del centro logístico de Amazon en Illescas (Toledo). Dicho almacén, inaugurado en 2021, cuenta con una plantilla de 1.800 empleados permanentes —de los cuales el 51% son mujeres— y 3.000 robots. Es decir, que en sus 20.000 m2 conviven un empleado por cada dos robots. Entre estos empleados existen cada vez más perfiles altamente especializados, como es el caso de los 80 técnicos de mantenimiento e ingeniería especialmente formados para la supervisión de los robots.
Los trabajadores de Amazon reciben en total más de 8.000 horas de formación anuales pues, como dicen los responsables del centro de distribución, “el mayor reto al que nos enfrentamos es tener un equipo permanentemente formado para hacer frente a los desafíos que van surgiendo”. Las formaciones más comunes son en mecatrónica, mecánica, electrónica y en ingeniería de automatización.
Ventajas de la robotización
¿Por qué son necesarios los robots en las fábricas? Según Iñaki Ugarte, director general de Amazon Customer Fulfillment en España, la automatización tiene varios efectos positivos: “desde un incremento de la eficiencia hasta las mejoras bajo el punto de vista ergonómico y de salud laboral”, pero no solo. Para Ugarte, además de mejorar la seguridad, automatizar los procesos permite también romper barreras de género y avanzar en la paridad. “El trabajo en un centro robotizado no tiene que ver con el trabajo en un almacén tradicional y reducir el componente físico de las tareas permite una mayor incorporación de mujeres a la plantilla, rompiendo con la tendencia tradicional del sector logístico”, explica.
Los retos de la simbiosis
“Los países con más empleo son los más robotizados; esto muestra que la automatización no destruye el empleo, sino que genera más y de mejor calidad”, señala Manuel Pimentel, editor de Almuzara y exministro de Trabajo.
Aun así, la destrucción de empleo es una de las cuestiones más espinosas cuando se habla de robotización. En los últimos años se ha coincidido en que no se trata tanto de que los robots reemplazarán a los humanos, sino de que los humanos tendrán que aprender a trabajar con los robots. De acuerdo con el MIT Technology Review, la gestión humana debe centrarse en construir una cultura corporativa enfocada a personas y en no deshumanizar el proceso.
“Hay que pensar en qué incidencia tiene la relación anónima con la máquina”, especialmente cuando se trabaja con turnos rotativos, plantea José María Lassalle, director del Foro de Humanismo Tecnológico de Esade y profesor de Derecho de la Universidad Pontificia de Comillas. Por ello, la cultura de la empresa debe dotar de propósito al trabajador.
A la postre, la transformación tecnológica debe tener una perspectiva humanista. El cambio trae consigo la necesidad de competencias blandas como la resolución de problemas, el pensamiento crítico, la resiliencia y la flexibilidad para adaptarse a entornos cambiantes. En otras palabras: será necesario fomentar las cualidades inherentemente humanas.
La simbiosis humano-máquina conlleva efectos disruptivos, pero toda disrupción siempre viene acompañada de prospectiva. El Foro Económico Mundial fue muy claro en 2022: “El impacto real de la automatización depende de cómo gestionemos la transición. Nuestra responsabilidad no es proteger los trabajos que las máquinas pueden hacer mejor, sino preparar a la mano de obra para el tipo de trabajo que probablemente será requerido. Debemos invertir en las personas brindándoles la capacitación que necesitan para tener éxito en este nuevo panorama”. Pensando desde esta perspectiva, la automatización y la creación de trabajo podrán ir de la mano y convivir.