El impacto la tecnología sobre el empleo

por Luz Rodríguez
Catedrática de Derecho del Trabajo de la Universidad de Castilla-La Mancha

¿Perderemos empleos?

Una buena parte de los debates sobre el impacto de la tecnología en el mundo del trabajo se concentra en saber cuántos puestos de trabajo se perderán a consecuencia del avance de la digitalización. A este respecto, debe tenerse presente que existen básicamente dos fórmulas para la medición de la propensión a la automatización de los puestos de trabajo y, por ello, para saber la propensión a ser perdidos para su desempeño por humanos: i) la fórmula de Frey y Osborne que tiene en cuenta las ocupaciones y ii) la empleada por la OCDE que considera las tareas susceptibles de ser automatizadas

Ambas fórmulas deparan resultados distintos porque utilizan metodologías diferentes para la mediación de cómo afecta la automatización a los puestos de trabajo (ocupaciones vs. tareas). En relación con España, la utilización de la fórmula de Frey y Osborne arrojaría como resultado que la mitad de los actuales puestos de trabajo pueden ser automatizados y perdidos para los humanos (Hidalgo); de su lado, la utilización de la fórmula de la OCDE situaría la cifra de pérdidas de puestos de trabajo en el 12%. Otras mediciones, como la de Andrés y Doménech, señalan una pérdida del 36% de los actuales puestos de trabajo.

Ahora bien, no puede desconocerse que el avance de la tecnología produce también la transformación de los actuales puestos de trabajo y la creación de nuevos empleos. Tampoco sabemos con certeza cuántos, pero sí que tanto un fenómeno como otro requerirán que la población trabajadora esté preparada para los cambios en los puestos de trabajo provocados por la introducción de tecnologías.

¿Estamos preparados para los nuevos empleos tecnológicos?

Parece claro que a este respecto la educación y la formación de las personas en clave tecnológica es esencial. Muy en síntesis puede decirse que para ello se requiere:

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Parece claro que a este respecto la educación y la formación de las personas en clave tecnológica es esencial. Muy en síntesis puede decirse que para ello se requiere:

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La reflexión sobre los estudios que serán necesarios para afrontar la era de la revolución digital. Ello supone un incremento de los estudios de STEM (ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas, en su acrónimo en inglés) y del aprendizaje temprano en entornos digitales, pero también valorar más de lo que se hace en la actualidad los estudios de humanidades y filosofía que alimentan el pensamiento abstracto;

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La necesidad de formación en competencias digitales para grandes capas de la población, para lo que es imprescindible una alianza entre las administraciones públicas, las empresas y las personas trabajadoras; el cuidado de la perspectiva de género de la digitalización, en particular en el acceso a los estudios STEM, y a los trabajos de base tecnológica, hoy dominados ambos por varones;

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La necesidad de reparar en las brechas digitales por género, edad, estrato social y territorio y poner en práctica políticas de inclusión e igualdad que impidan que la tecnología produzca una sociedad de “ganadores” y “perdedores” del avance digital. Pensar la tecnología en clave inclusiva para los grupos más vulnerables es crucial.

En relación con lo anterior, los datos del DESI (Índice de Economía y Sociedad Digitales, en su acrónico en inglés) europeo de 2022 nos dicen que hemos mejorado en cuanto a las competencias digitales de nuestra población. De acuerdo con estos datos, el 64% de la población española posee competencias digitales básicas (la media de la Unión Europea es el 54%), el 38% de la población tiene competencias digitales superiores a las básicas (la media de la UE es el 26%) y el 4,1% de las personas trabajadoras son especialistas en tecnología (la media de la UE es el 4,5%).

Repárese que lo anterior, que es positivo, también significa que el 36% de la población española, más de un tercio de nuestra población, no alcanza siquiera el nivel de competencias digitales básicas y que nuestro nivel de personas trabajadoras especialistas en tecnología es todavía bajo y, sobre todo, muy masculino, ya que únicamente un 19% de ellas son mujeres. Es clave, por tanto, seguir haciendo esfuerzos en extender las competencias digitales a la gran mayoría de la población e idear políticas de igualdad para que las mujeres accedan en igualdad de condiciones a los estudios y los trabajos derivados del avance de la tecnología.

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