El futuro del empleo ya está aquí

Por Manuel Pimentel,
Editor de Almuzara, Of Counsel de Baker McKenzie y Exministro de Trabajo

Hablar del empleo del futuro es hablar de la sociedad que conformaremos o que aspiramos a conformar. El trabajo nos integra, nos realiza, nos hace sentir útiles, nos permite colaborar con los demás. Por eso, mucho más allá de simple proveedor de rentas y de obvio motor de la economía, supone el aglutinante imprescindible de nuestra sociedad. Sin él, sencillamente, no seríamos, tal y como ahora somos. Por eso, hablar de empleo no solo es tratar de cifras y leyes, sino reflexionar sobre nuestras vidas y cómo queremos vivirlas; algo que conlleva tres preguntas fundamentales. ¿Tiene futuro el trabajo? En su caso, ¿qué tipo de trabajo será? Y, sobre todo, ¿qué podemos hacer para conseguir más y mejor empleo?

La primera cuestión es pertinente dado el inédito avance en la automatización, robotización y sistemas inteligentes con el que las personas temen quedar relegadas al desempleo. Pero resulta que el número de empleos aumenta en el mundo con mayor productividad y mejor adaptación, tanto a los requerimientos tecnológicos como a las demandas de la nueva sociedad; esto es, atender los nuevos requerimientos de una sociedad que reclama salud, atención, bienestar, formación y ocio. Podemos afirmar rotundamente que sí habrá empleo. Otra cosa será su naturaleza y función, lo que nos lleva a la segunda pregunta: ¿qué tipo de trabajo?

Podríamos pensar en que la mayoría se producirán en el sector tecnológico, lo cual no es del todo cierto. Cualquier sector tradicional, como transporte, agricultura o comercio, por no decir industria, precisará del manejo de sistemas y de herramientas tecnológicas. Prácticamente todos los empleos del mañana precisarán conocimientos de sistemas digitales, por lo que la formación tecnológica en la escuela y a lo largo de la vida será imprescindible para preparar a los alumnos al mercado de trabajo que se encontrarán en el futuro.

El empleo vendrá determinado por el tipo de actividad demandada. Aquellas sociedades que permitan y apoyen la innovación, la libertad de emprender, la creatividad, que fomenten y no penalicen la actividad, que faciliten una adecuada educación y formación, que tengan normas equilibradas entre los necesarios derechos y rentas de los trabajadores con la competitividad imprescindible de las empresas conseguirán más y mejores empleos, y una sociedad más próspera y justa.
Lo cual nos lleva a la tercera pregunta: ¿qué podemos hacer para conseguir más y mejores empleos? Aquí es donde entra en juego la norma laboral, que determinará cómo esa actividad se concreta en empleo. En un principio, esta atendía a la relación laboral entre la empresa y los trabajadores desde un enfoque garantista de los derechos de estos. Después, llegaron las coberturas sociales y, más tarde, el concepto de mercado de trabajo, de intermediación y de políticas activas. Hoy en día, existe unanimidad en la conveniencia de estas acciones, necesitadas siempre de actualización y mejora.

Hablar de empleo no es solo tratar de cifras y leyes, sino reflexionar sobre nuestras vida y cómo queremos vivirlas

El Estatuto de los Trabajadores (aprobado en 1980), con las mejoras y modificaciones que tengan que venir, seguirá siendo útil para regular las relaciones laborales en el seno de nuestras empresas, sobre todo en lo que a los puestos de trabajo tradicionales se refiere. Pero en lo ateniente a los nuevos empleos digitales se queda estrecho, constriñendo las posibilidades que la nueva economía ofrece. Por ejemplo, muchas de estas funciones están directamente ligadas a proyectos, resultados u objetivos con una libertad de horario y de lugar de trabajo casi absoluta y con una relación de mando muy distribuida, formando parte de equipos simultáneos y cambiantes y haciendo uso parcial de plataformas que pueden tener base en países diferentes y mudables. Una realidad fluida que tiene difícil encaje en nuestra norma laboral, acostumbrada a los horarios fijos, turnos bien definidos y lugares de trabajo estables. Para que estas nuevas formas de trabajo encuentren razonable acomodo legal, nuestra norma tendrá que enriquecerse con nuevos enfoques que complementen los conocidos hasta ahora.

Debemos insistir en una idea: para obtener mejores empleos, con mejores salarios, el factor determinante es la productividad. En sectores con alta productividad –esto es, alto valor producido por hora trabajada–, los salarios suelen ser altos, mientras que en los de baja –como los de gran parte de la hostelería–, el crecimiento significativo de los salarios resulta muy complejo. Por eso, países como el nuestro, en los que el peso de sector turístico es muy elevado, deberíamos impulsar sectores alternativos y complementarios de alto valor añadido, como los puramente tecnológicos, los del conocimiento o los biotecnológicos. A esto debemos sumar que la dificultad de encontrar trabajadores para determinadas funciones –como ocurrió en la hostelería este pasado verano– irá en aumento, lo que supondrá una enorme complejidad para el desarrollo de nuestra economía. Si hasta ahora faltaban profesionales cualificados, sobre todo en tecnología, ahora también los puestos no cualificados en determinadas épocas, ámbitos y localizaciones resultarán difíciles de cubrir.
Pero tenemos la esperanza de que una sociedad abierta y dinámica como es la española sea capaz de encontrar el camino hacia el pleno empleo y de calidad.

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